LECTURA: Mateo 6:19-24
Porque las riquezas no duran para siempre… – Proverbios 27:24
Del siglo XVI, nos llega una historia de una conversación entre un joven ambicioso y un devoto cristiano llamado San Felipe Neri. El joven le dijo emocionado: “Mis padres finalmente han aceptado mi idea de estudiar Derecho”. Felipe le preguntó simplemente: “¿Y después qué?”.
Él contestó: “Después, seré abogado”. “¿Y después qué?”, volvió a preguntar Felipe. “Luego, ganaré mucho dinero, compraré una casa en el campo, tendré un carruaje y caballos, me casaré con una mujer hermosa y tendré una vida placentera”, contestó.
Felipe preguntó de nuevo: “¿Y después qué?”. “Después…”, el joven comenzó a reflexionar por primera vez en la muerte y la eternidad. Se dio cuenta de que no había incluido a Dios en sus planes y que estaba construyendo una vida sobre valores temporales.
La moraleja de esta historia no es que las riquezas sean malas, pero si se convierten en nuestra meta central, estamos ignorando la eternidad y confiando en el dinero, no en Dios. Jesús dijo que es imposible amar el dinero y a Dios (Mateo 6:24), y advirtió: “No os hagáis tesoros en la tierra, […] sino haceos tesoros en el cielo…” (vv. 19-20).
Jóvenes y viejos por igual deben hacer planes importantes para su vida, pero tengamos la eternidad en mente y sometamos siempre esos planes a esta prueba: “¿Y después qué?”. – Joanie Yoder
La verdadera medida de nuestra riqueza es el tesoro que tenemos en el cielo..
Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición Anual 2014, Publicaciones RBC, página 325.
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