SALTANDO DE GOZO

Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos… – Mateo 18:4

Una de las cosas bonitas de tener una hija pequeña es que me recuerda con frecuencia lo que significa la alegre confianza infantil. La pequeña Débora salta siempre a mis brazos desde las escaleras, el porche o la mesa del jardín con un grito y una gran sonrisa. Nunca acordamos con anticipación si voy a atraparla o no. Ella simplemente me mira y salta.

A medida que pasan los años y llegamos a adultos, tendemos a volvernos más cautelosos. Quizá esto esté bien para conducir un automóvil o para gastar dinero, pero entorpece nuestra relación con Dios.

Cuando los discípulos de Jesús quisieron saber quién era el más grande en el reino de los cielos, el Señor señalo a un niño mientras hablaba de la conversión y de la humildad: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:4).

Cuanto anhelo cada año que pasa parecerme más a un niño en relación con mi Padre celestial en lugar de vacilar, calcular e insistir cada vez más en que me garantice los resultados antes de tener que dar un paso de fe. En lugar de volverme más cauteloso a medida que envejezco, quiero tornarme más osado en mi andar con Dios. En vez de obsesionarme con un aterrizaje seguro y con salir bien parado, quiero saltar con una entrega humilde y gozosa a los brazos de mi Padre celestial. – DCM

La fe como la de un niño se centra en nuestro Padre celestial, no en nuestros temores.

Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2016, Página 70.

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