… Ve, y haz tú lo mismo. – Lucas 10:37
A María le encantaba la reunión grupal a mitad de semana en la iglesia, donde ella y varios amigos se encontraban para orar, adorar y debatir temas relacionados con el mensaje de la semana anterior. Ese día iban a hablar sobre la diferencia entre “ir” a la iglesia y “ser” la iglesia en un mundo herido. Estaba ansiosa por ver a sus amigos y charlar con entusiasmo.
Mientras tomaba las llaves, sonó el timbre. “Lamento molestarte – dijo su vecina-, ¿estás ocupada esta mañana?”. María iba a explicarle que tenía que salir, cuando la vecina agregó: “Tengo que llevar el auto al taller. Por lo general, vuelvo caminando o en bicicleta, pero me lastimé la espalda y, por el momento, no puedo hacerlo”. María dudó un instante y, luego, sonriendo, dijo: “No hay problema”.
Aunque solo la conocía de vista, mientras la llevaba a su casa, se enteró de que el esposo padecía de demencia senil, y del tremendo agotamiento que genera cuidar a alguien asi. María la escuchó, se compadeció, prometió orar por ella y se ofreció a ayudarla en todo lo que pudiera.
Aquella mañana, María no fue a la iglesia a hablar sobre cómo compartir su fe, pero sí pudo transmitirle un poco del amor de Cristo a su vecina, la cual estaba atravesando una situación difícil. – MS
Señor, quiero ser tus manos y pies para quien lo necesite.
La fe se manifiesta en nuestras acciones.
Nuestro Pan Diario, Edición anual 2017, Página 238.
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