… toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es este? Mateo 21:10
De vez en cuando, leo de algunos que se ofenden porque no han sido tratados con el respeto y la deferencia que creen merecer. “¿Sabe quién soy yo?”, gritan indignados. Y esto nos recuerda el dicho: “Si tienes que decirle a la gente quién eres, probablemente no seas quien crees ser”. El extremo opuesto de esta arrogancia se ve en Jesús; incluso cuando su vida se acercaba al final.
Jesús entró en Jerusalén en medio de los gritos de alabanza del pueblo (Mateo 21:7-9). Cuando otros habitantes de la ciudad preguntaron: “¿Quién es éste?”, las multitudes respondieron: “Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea” (vv. 10-11). Él no apareció reclamando privilegios especiales, sino que, con humildad, vino a entregar obedientemente su vida.
Las palabras de Jesús y sus obras merecían respeto. Sin embargo, a diferencia de los gobernantes inseguros, Él nunca exigió que los demás lo respetaran. Sus horas más angustiosas parecen ser sus puntos de mayor debilidad y fracaso. No obstante, el poder de su identidad y misión lo ayudaron a atravesar esos momentos, cuando murió por nuestros pecados para que pudiéramos vivir en su amor.
El Señor es digno de una vida de devoción. ¿Reconoces quién es Él? – DCM
Señor, me asombran tu humidad, fortaleza y amor. Hazme más semejante a ti.
“Después de haber visto a Jesús, ya nunca puedes ser el mismo”. Oswald Chambers
Nuestro Pan Diario, Edición anual 2017, Página 94.
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