Principio del Agradecimiento

  ¿Qué es el agradecimiento? Viene del latín grato, que significa agradable, agradecido. El agradecimiento surge cuando una persona se siente en deuda con otra porque le ha procurado algún bien. Tomemos un ejemplo de la Palabra de Dios: nos cuenta el médico Lucas que Jesús estaba camino a Jerusalén y al entrar en una aldea le salieron al encuentro diez hombres leprosos. Estos leprosos no se atrevieron a acercarse a Jesús, sino que desde lejos le gritaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”. Jesús, lleno de misericordia y amor, les contesta: “Id, y mostraos a los sacerdotes”. Y en el camino a la obediencia de la orden recibida, fueron sanados. Hay muchas cosas maravillosas en este pasaje, pero solo una queremos resaltar y es que, al verse sanos, de los diez leprosos solamente uno regresó a darle las gracias a Jesús, quién pregunta por los otros nueve y recompensa al hombre que regresó con la salvación.

  A veces nos conformamos con los milagros, y maravillas que Dios en su infinita misericordia nos da, pero lo que Dios busca es atraernos para darnos el mayor regalo que jamás podremos recibir, que es la salvación. Los nueve que no regresaron fueron sanados, pero no fueron salvos, ya que su actitud y su deseo al acercarse a Jesús era recibir sanidad, pero no salvación. ¿Qué queremos de Jesús? ¿Sus dones? ¿O lo queremos a Él, quién dio su vida por nosotros? “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquél que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5:14,15.

  Para ser agradecidos, pidamos a Dios que nos ayude a ver lo más importante y no mirar superficialmente. Aceptemos que muchas de las cosas buenas que tenemos se deben a lo que otras personas nos han dado: amor, protección, cuidados, talento, sabiduría. Que en este momento no nos olvidemos de darle gracias a Jesús por la salvación tan grande que nos ha regalado al morir por nosotros. Agradezcámosle, dándole nuestras vidas en servicio y devoción diaria a Nuestro Bello Salvador: Jesús de Nazareth.