Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que aún siendo pecadores, Cristo murió por nosotros. – Romanos 5:8
Al pastor británico Joseph Parker, le preguntaron: “¿Por qué Jesús escogió a Judas para que fuera uno de sus discípulos?”. Pensó detenidamente en la pregunta durante un rato, pero no se le ocurrió ninguna respuesta. Después, agrego que se hizo otra pregunta aún más desconcertante: “¿Por qué me escogió a mí?”.
Esta pregunta se ha formulado a lo largo de los siglos. Cuando las personas toman dolorosamente conciencia de su pecado y se sienten abatidas por la culpa, claman a Cristo pidiendo misericordia. Con un gozoso asombro, experimentan la verdad de que Dios las ama, que Jesús murió por ellas y que todos sus pecados han sido perdonados. ¡Qué cosa tan incomprensible!
Yo también me he preguntado: “¿Por qué a mí?”. Sé que las obras oscuras y pecaminosas de mi vida estuvieron motivadas por un corazón todavía más tenebroso, y, aun así, ¡Dios me amó! (Romanos 5:8). No me lo merecía, era detestable e incapaz. Sin embargo, el Señor me abrió sus brazos y su corazón. Casi podía oírlo susurrarme: “Te amo todavía más de lo que tu amabas el pecado”.
¡Es verdad! Yo acariciaba mi pecado. Lo protegía. Negaba su maldad. De todos modos, Dios me amó lo suficiente como para perdonarme y liberarme.
“¿Por qué a mí?” No lo puedo comprender. Pero sé que Dios me ama… y a ti también. – DCE
Dios no nos ama por lo que somos, sino por lo que Él es.
Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2016, Página 316.
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