[El Señor] hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas. – Salmo 18:33
Mi hijita está aprendiendo a caminar. Tengo que sostenerla, y ella se aferra a mis dedos porque todavía se siente inestable. Tiene miedo de caerse, pero yo estoy allí para sostenerla y cuidarla. Mientras camina con mi ayuda, sus ojos destellan gratitud, felicidad y seguridad. Sin embargo, a veces llora porque no la dejo ir por lugares peligrosos… no se da cuenta de que estoy protegiéndola.
Como mi pequeña, nosotros también solemos necesitar a alguien que nos vigile, guíe y sostenga en nuestro andar espiritual. Y tenemos a ese Alguien: Dios, nuestro Padre. Él ayuda a sus hijos a aprender a caminar, guía sus pasos, los sostiene de la mano y los mantiene en el sendero correcto.
El rey David sabía perfectamente que necesitaba el cuidado de Dios. En el Salmo 18, describe como nos guía y fortalece el Señor cuando estamos perdidos y confundidos (v.32); mantiene firmes nuestros pies, como los de un ciervo que trepa a lugares altos, sin resbalarse (v. 33); y, si resbalamos, su mano está allí para sostenernos (v. 35).
Al margen de que seamos creyentes nuevos, aprendiendo todavía a caminar en la fe, o que nuestro andar con Dios ya lleve mucho tiempo, todos necesitamos que su mano nos guíe y nos mantenga firmes. – KO
Querido Padre, toma mi mano y guíame en el sendero de una vida recta.
Dios me cuida a cada paso del camino.
Nuestro Pan Diario, Edición anual 2017, Página 247.
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