Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Salmo 40:1
Estacionar mi automóvil siempre me ha resultado complicado. En realidad, no era una prioridad para mi instructor de conducir; por eso, hace poco, después de muchos años, aprendí a estacionar dando marcha atrás. También pasó por alto lecciones relacionadas con el tema del estacionamiento en paralelo, y todavía evito hacerlo al menos que haya espacio para dos o tres coches.
También tuve problemas para entender una frase que escuché cuando era una creyente nueva: “Dios no puede conducir un automóvil estacionado”. Eso me desafío a poner mi vida en movimiento para que, en el camino, Dios me guiara en la dirección correcta. Es un concepto interesante, pero el Señor no siempre obra así. En ocasiones Él si quiere que “permanezcamos estacionados” por un tiempo.
A veces, cuando Moisés estaba en el desierto, Dios mantenía a los israelitas en un lugar. Los guiaba mediante una nube y, cuando esta estaba quieta por muchos días, “los hijos de Israel […] no partían” (Números 9:19). Esperar no siempre es fácil, pero a veces, el Señor quiere que nos quedemos donde Él nos puso. El salmista nos recuerda” “Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón” (27.14).
Quizás sientas que estas atascado y que solo puedes servir a Dios en el lugar donde estas. No obstante, mantén el corazón atento a su guía. Entonces, estarás listo para “poner primera” cuando lo escuches decir: “vayamos por aquí”. – CHK
Dios nos ordena que paremos y también que andemos.
Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2020, Página 40.
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