El Bien Supremo

…estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor…

Filipenses 3:8

Mientras crecía en Jamaica, mis padres nos criaron a mi hermana y a mí para que fuéramos “buenas personas”. En casa, bueno significaba obedecer a nuestros padres, decir la verdad, esforzarse en la escuela y el trabajo, y asistir a la iglesia… al menos, en Pascua y Navidad. Supongo que esta definición de ser una buena persona trasciende la cultura. Es más, el apóstol Pablo, en Filipenses 3, usó la definición cultural de ser bueno para expresar algo más grande.

Como Pablo era un judío devoto en el primer siglo, seguía la ley moral al pie de la letra. Había nacido en la familia “correcta” y practicaba la religión “correcta”. Era un buen hombre hecho y derecho, según la costumbre judía. En el versículo 4, Pablo escribe que podía jactarse de su bondad si quería; pero les explicó a sus lectores que no bastaba con ser bueno. Sabía que, aunque era bueno ser bueno, no era lo mismo que agradar a Dios.

En los versículos 7-8, Pablo escribe que agradar a Dios supone conocer a Jesús. Consideraba su propia bondad una “pérdida”, al compararla con “la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. Somos buenos (y agradamos a Dios) cuando nuestra esperanza y nuestra fe están puestas solo en Cristo, no en nuestra bondad.  – KAW

Señor, mi fe y mi esperanza están en ti.

Nuestra bondad debe distinguirnos como hijos de Dios.

Nuestro PanDiario Mujeres, Edición anual 2019, Página 248.

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