Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo… – Isaías 66:13
Acababan de operar a mi hija y yo estaba sentada a su lado en la sala de recuperación. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba adolorida y empezó a llorar. Le acaricié un brazo, intentando tranquilizarla, pero solo conseguí que estuviera más molesta. Entonces, una enfermera me ayudó y la pusimos en mi regazo. Le sequé las lágrimas y le aseguré que se sentiría cada vez mejor.
Por medio de Isaías, Dios le aseguró a los israelitas: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros” (66:13). Prometió darles paz y llevarlos a su lado como lo hace una madre con un hijo. Este tierno mensaje era para aquellos que lo reverenciaban; los que temblaban ante su palabra (v. 5).
El poder de Dios para consolar a su pueblo y su deseo de hacerlo vuelven a verse en la carta de Pablo a los creyentes de Corinto, donde el apóstol dice que el Señor es quien “nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios 1:3-4). Cuando estamos en dificultades, Él es bondadoso y compasivo con nosotros.
Un día, todo sufrimiento acabará. Nuestras lágrimas se secarán por completo y estaremos seguros en los brazos de Dios para siempre (Apocalipsis 21:4). Mientras tanto, podemos descansar en que su amor nos sostendrá cuando suframos. – JBS
Dios consuela a su pueblo.
Nuestro Pan Diario, Edición anual 2017, Página 331.
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