En un mundo tan diversificado como en el que vivimos, donde las opciones vienen a ser casi infinitas, es necesario hacer una pausa para definir qué es lo que nos mueve a comportarnos de la manera en que lo hacemos y a entender las decisiones que tomamos diariamente.
Todos los días vemos miles de personas caminando por la calle, algunos ya planificaron con exactitud el día de hoy, qué y dónde van a almorzar, con qué personas se van a relacionar y a qué hora regresarán a sus hogares. Otros, a pesar de conocer todas las opciones que existen, no han podido llegar a un acuerdo con sus deseos y necesidades, para tomar una decisión que logre satisfacer sus vidas, lo cual los lleva a depender de lo que pueda acontecer o como dicen algunos, a depender «de lo que venga».
Sorprendentemente ambos grupos tienen algo en común, porque ya sea que unos vivan diariamente bajo una agenda bien planificada, para tratar de tener el control absoluto de lo que pueda suceder o que otros dejen todo a la suerte, todos están expuestos al desastre, pues aquellos que han organizado su día, lo han hecho según su propia prudencia y aquellos que no lo organizaron, han actuado imprudentemente al dejarlo todo a la suerte.
Jesús dijo: «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Mt. 6:21). Esto significa que lo que el hombre considera valioso es lo que va a determinar su destino, las cosas que hará y los lugares en los que estará, todas dependerán de lo que atesora en su corazón. Mas si tenemos a Jesús como el tesoro mas valioso que pueda existir en nuestras vidas, siempre vamos a estar en el lugar correcto, haciendo las cosas que traerán paz y alegría a nuestro diario vivir.
El apóstol Pablo escribió: «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Flp. 2:13). Esto nos enseña que el Espíritu Santo tiene la capacidad de poner en nosotros, las motivaciones correctas para vivir cada día de nuestras vidas. Él nos impulsa a tomar decisiones tanto en las cosas grandes como en los pequeños detalles de la vida, como lo es la persona con la que hemos decido casarnos o las palabras que debemos hablar en una reunión de trabajo.
Cuando Dios es el centro de nuestras vidas, todo lo que hagamos será bueno porque estaremos haciendo su buena voluntad. Por esta razón dejemos que Jesús sea nuestra única y primera motivación diaria, pues así caminaremos de su mano hacia el destino maravilloso que él ha preparado para nosotros.
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