…No extenderé mi mano contra mi Señor… – 1 Samuel 24:10
La relación entre David y el rey Saúl es una de las más extrañas e inestables que se registran en la Biblia. David rescató al monarca varias veces (ejecutando su arpa y luchando en batallas), fue el mejor amigo del hijo y se casó con la hija. Ahora bien, ¿no crees que una persona así debería haber tenido una buena relación con el rey?
Ese no el era caso con David. Saúl estaba decidido a acabar con el ex pastor de ovejas. Dos veces, trató de herirlo con una lanza mientras éste tocaba el arpa para él. Más tarde, envió sus tropas a perseguir al joven para tratar de matarlo.
Sin embargo, observa lo que sucedió cuando, finalmente, ambos se cruzaron en el camino y David tuvo oportunidad de matar a Saúl. En lugar de atacarlo, silenciosamente cortó el borde del manto del rey (1 Samuel 24:5). Después, cuando se encontraron frente a frente, le dijo: “… mi mano no será contra ti” (v. 13). Saúl vio que su yerno había retribuido su mal con bien; entonces, lloró (vv. 16-17).
A veces, debemos lidiar con personas que están ansiosas por derribarnos… o, al menos, eso pensamos. Tal vez sea un jefe o un compañero de trabajo. Así como David, hagamos lo que Dios desea: actuemos con mesura y sigamos haciendo el bien. – JDB
Venganza controlada es victoria ganada.
Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2016, Página 279.
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