CÓMO FORTALECER EL CARÁCTER CRISTIANO

I. INTRODUCCIÓN
Una buena cocinera o buen chef se proponen hacer un buen dulce. Pero si sólo tienen harina, por más que se la preparen muy bien, el dulce nunca será dulce sin que agreguen todos los ingredientes que el dulce necesita, por más harina que tengamos, nunca se podrá hacer el dulce sin leche, azúcar, levadura y otros ingredientes. Así mismo sucede con nuestra fe.

Si nuestra fe no es complementada con otras virtudes de Dios en nosotros, nunca podremos crecer y madurar espiritualmente hablando.

II. LECTURA: 2 Pe.1:5-11.

Sabía usted que la segunda epístola de Pedro no se reconoció como escrita por Pedro hasta después de 190 años después de ser escrita. Pero, a pesar de que aún hoy día algunos tienen duda, las evidencias a favor de la autenticidad de la epístola son mayores que los inconvenientes. La segunda epístola de Pedro fue escrita a los gentiles convertidos del paganismo y a judíos cristianos, en el año 66 ó 67 d.C. Pedro escribe esta carta porque los falsos maestros estaban amenazando la estabilidad doctrinal de la iglesia. Pedro corrige errores doctrinales porque algunos falsos maestros pretendían atraer a los cristianos hacia la apostasía. Y lo peor es que este peligro había surgido dentro de la iglesia.

Veamos 2 Pe.2:1.

III. ANTECEDENTES DE LA LECTURA

En la porción leída, Pedro nos recuerda que hemos recibido de Dios “preciosas y grandísimas promesas en Él”.

Por ejemplo: La libertad sobre el pecado. Rom.6:14 dice: que “el pecado no se enseñoreará de nosotros”. por eso ningún cristiano puede decir que no tiene las fuerzas contra el pecado.

Hemos recibido la promesa de una gracia suficiente y abundante. 2 Co.12:9 dice que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad. Por lo tanto mientras más nos sometemos al señorío de Dios, más poder tendremos contra el pecado.

Otra promesa recibida de Dios está en la victoria que nos prometió sobre nuestro enemigo espiritual: Stgo. 4:7 dice que si nos sometemos a Dios, tendremos fuerza para resistir al diablo y él huirá de nosotros. La clave está en ubicarnos bajo el señorío de Cristo. Pero no en palabra sino en hechos.

Cuando Pablo escribió inspirado: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, habló de la fortaleza espiritual que todos necesitamos para poder llevar la vida en este mundo. No es que seamos superhombres. Pedro nos enseña allí mismo en esa porción que por medio de esas promesas hemos llegado a ser “participantes de la naturaleza divina”. Eso significa que ahora en Cristo, recibimos la mente de Cristo, la sabiduría de Dios. El poder de Dios para defendernos de ataques espirituales.

IV. SIETE INGREDIENTES PARA PREPARAR NUESTRO DULCE

Siete elementos que nos sirven para ir amoldándonos más y más a la imagen de Cristo. Estos componentes que mencionamos sirven para edificar nuestro templo espiritual. Pero primero nos advierte que pongamos toda nuestra diligencia. Tenemos que ser diligentes.

Tenemos que poner todo nuestro empeño, porque la fe se cultiva y puede desvanecerse si no la alimentamos. Dios no trabaja en nuestra santificación en contra de nuestra voluntad.

Tiene que existir deseo, decisión y disciplina de nuestra parte. Decisión, porque no podemos estar en dos aguas, no podemos hoy estar jugando a ser cristianos y más tarde meternos en cuanta cosa turbia. Disciplina porque es en el orden de Dios que podemos ser efectivos en lo que hacemos.

El desarrollo del carácter cristiano supone que la fe que ha sido puesta en nosotros sea complementada. Pedro usa la palabra “añadid”; no significa que debemos añadir uno tras otros los elementos que Pedro menciona, sino que todos deben trabajar al unísono. Pedro presenta una lista de virtudes en forma progresiva. Cada virtud recoge la anterior para ir amarrándose hacia la virtud más alta que es el amor. A esto se le llama una “sorite” y sólo en Rom. 5:3-5 vemos una formación parecida: “sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza…” la palabra “añadir” no capta exactamente el sentido del verbo en griego, que habla de proveer, inyectar. Es como si Pedro dijera “inyecta a la virtud, conocimiento.” esto implica decir que el hijo de Dios crece en virtud de que permite que Dios le inyecte virtudes en él.

¡La mejor defensa contra la inmoralidad es el crecimiento espiritual!

Pedro inicia el V.5 con la fe, componente fundamental. Aquí no se trata de la fe salvadora, es decir, la fe que nos llevó a Cristo. Sino se trata de la fe que nos da vida diaria, la fe que necesitamos día a día, la confianza en Dios para mantenernos en crecimiento.

Pedro luego nos dice en el V.5: “añadan a vuestra fe virtud.” aquí virtud no se refiere a la aplicación que se le da en el mundo. En el mundo todo aquel que ejerce con excelencia un don natural se le llama “virtuoso.” por ejemplo, al que toca el violín con maestría se le llama “virtuoso.” pero aquí en esta porción de 2 Pe. virtud se refiere a la “excelencia moral” pureza. La fe no puede funcionar en un carácter torcido, por las impurezas de malas acciones. Tampoco puede trabajar la fe en un corazón que esté sucio.

El Señor dijo: “por sus frutos los conoceréis.” El Señor no dijo: “por sus palabras los conoceréis”. Si el ser humano fuera conocido por sus palabras, los políticos fueran santos. La virtud a la que se refiere Pedro aquí es pureza de pensamientos. Si tengo una mente contaminada por cuanta basura hay en el mundo, la fe no puede generar o producir obras que agraden a Dios. Este elemento llamado “virtud” debe complementarse con lo que Pedro llama “conocimiento”. No se trata del conocimiento intelectual. Sino del conocimiento de Dios, que surge de una relación personal con Cristo. Este es el conocimiento que se desarrolla y profundiza en el transcurso de nuestra vida cristiana.

APLICACIÓN:

Tomando un ejemplo de la vida natural, es como el juez que conoce las leyes, pero no es hasta que él combina la experiencia con el conocimiento de las leyes, cuando las puede aplicar en sabiduría.

Ahora Pablo agrega al conocimiento, dominio propio: Dominio propio es la capacidad y la habilidad de controlar nuestros deseos e impulsos por realizar aquellas cosas que no nos edifican, que nos son dañinas. La Escritura dice: “todo me es lícito, pero no todo me conviene”; el cristiano maduro debe eliminar de su léxico la expresión: “¿qué tiene de malo?” por la expresión: “no comeré carne para no ser de tropiezo a mi hermano”. El dominio propio es ese poder que todo cristiano debe tener para vencer los impulsos de la lengua, la comida, los deseos de la carne. Ninguno de esos deseos puede controlarse con lo que el ser humano llama “la fuerza de voluntad.”

La llamada “fuerza de voluntad” tiene sus límites. No podemos confiar en la llamada “fuerza de voluntad”. Sólo el dominio propio viene de Dios. La persona con dominio propio ejerce control sobre todas esas cosas donde nuestra carne es débil. El dominio propio incluye la disciplina para hacer las cosas de Dios. Sin disciplina somos inefectivos. Sin disciplina, somos esclavos del desequilibrio. El indisciplinado desperdicia recursos tan valiosos como el tiempo, el esfuerzo y nuestra contribución en la obra de Dios. Pedro llama a cada cristiano a una vida disciplinada. Se trata de permitir en control del Espíritu Santo en nosotros. No puede concebirse un cristiano indisciplinado. Tiene que haber disciplina en la oración, en el comer la Palabra, disciplina en el uso del tiempo, disciplina en el poner límites a los apetitos del cuerpo. Pablo nos da ejemplo en la Escritura. Leamos 1 Co.9:25-27. El dominio propio se expresa por medio de la disciplina.

ILUSTRACIÓN:

Lamentablemente, somos disciplinados cuando nos obliga una amenaza. Por ejemplo, ¿por qué llegamos temprano al trabajo? Porque estamos obligados. Porque si llegamos tarde, nos despiden. ¿Por qué comemos? Comemos porque de lo contrario, nos morimos. Aunque en el comer hay muchos que se ofrecen de voluntarios.

Pero…¿qué pasa en la iglesia?

En la iglesia no sentimos ninguna amenaza. Ir a la iglesia no nos representa ninguna ganancia. ¿Se imagina usted qué pasaría si todas las iglesias anunciaran que por cada asistencia a los cultos, van a entregar US$500.00 por cada persona que entra al templo? ¿Qué pasaría? ¡No se aguantarían los templos! Algunos no vienen porque piensan que no se gana nada. Dicen: “¿Qué provecho sacamos de asistir todo el tiempo al templo?» Permítame poner algunas interrogantes en la mesa:

¿Ha experimentado usted el dominio propio que viene de Dios, sobre su cuerpo cuando trata de manipularlo?

¿Ha sentido cuando su espíritu le dice que si y su carne se opone?

El mal llamado “cristiano carnal” se deja manipular por los sentidos: la vista, el gusto, el oído… El dominio propio debe complementar la fe.

Luego Pedro nos habla de aplicar paciencia. Aquí paciencia equivale a perseverancia, constancia, resistencia. Es la capacidad de mantenerse firme ante todo sufrimiento o tentación. Es la virtud del soporte ante la adversidad. La paciencia protege la fe. Cuando vienen problemas, la paciencia nos ayuda a encarar los problemas con equilibrio. No permite que nuestros pensamientos sean turbados, para que podamos tomar decisiones sabias.

La rutina diaria puede causar cansancio, aburrimiento. A veces viene frustración porque vemos que nuestra vida pasa y nada cambia. Todo esto erosiona nuestra fe. El Señor dijo: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lc.21:19). Pablo elogió a los tesalonicenses cuando les dijo: “acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro… de vuestra constancia en la esperanza.” (1 Tes.1:3). Cuando Pedro escribía esta epístola, muchos habían abandonado las filas cristianas por la fuerte presión que existía. Hoy día no es la excepción. La iglesia es constantemente bombardeada por publicidad y películas que distorsionan nuestros valores. ¡Sólo miremos la televisión! Pedro continúa agregando ingredientes al dulce, y ahora nos habla en el V.6 de piedad.

Cuando se habla de alguien piadoso en el mundo, nos imaginamos a alguien que anda con un crucifijo en las manos, como una alma en pena. Un piadoso en el mundo es alguien pusilánime, un debilucho. Pero en la Escritura la piedad puede traducirse como fervor, devoción, pasión. Cuando Pablo le escribió la primera carta a Timoteo le dijo: “la piedad para todo aprovecha…” (1 Tim. 4:6). Observe la aplicabilidad de la piedad. Yo tengo en mi escritorio un papelito pegado que dice: “El éxito sólo está al alcance de quienes sienten pasión por lo que están haciendo y están determinados a no dejarse vencer por las dificultades”.

Luego, para completar los ingredientes de este dulce, Pedro nos habla del amor fraternal y del amor de Dios en nosotros. El afecto fraternal trae unidad en la iglesia. Es desearle lo mejor a mi hermano. Es velar por su bienestar, por su salud espiritual, orar por él. El afecto fraternal nos identifica ante el mundo como discípulos de Cristo. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros” (Jn.13:35). El amor de Dios puesto en nosotros no es cuestión de emociones. El amor de Dios no toca nuestra alma primeramente, es un asunto que mueve nuestra voluntad, toca nuestro espíritu. El amor de Dios en nosotros no es un entusiasmo sentimental, sino un motivador que nos induce a la unidad. El amor de Dios es algo sobrenatural. Un incrédulo no puede amar como lo describe las Escrituras, sencillamente porque no tiene el Espíritu Santo de vida. Todo cristiano precisa del amor de Dios para capacitarnos para amar a nuestros enemigos.

V. LOS BENEFICIOS DE TENER ESAS VIRTUDES

Y dice el V.8: “…si estas cosas están en ustedes…” Esta expresión no significa que una vez que Dios nos llena con estas virtudes hemos llegado a la cima. ¡NO! La expresión implica crecimiento constante hacia la abundancia espiritual. Mientras más abunden estas cosas en nosotros, no nos dejarán de estar “ociosos”, “ni sin fruto”. El cristiano ocioso es aquel que no produce nada en el evangelio. Puede tener considerable conocimiento en la Palabra, sin embargo, estar sin fruto. El que está sin fruto es el ocioso, que no produce nada, el ocioso mientras está en un estado de ociosidad, es estéril. Dejar de practicar lo que conocemos nos lleva a la esterilidad.

ILUSTRACIÓN:

Un hermano ilustra la ociosidad y la falta de fruto con el Mar Muerto en Israel. El Mar Muerto se caracteriza con que recibe agua pura y corriente del río Jordán. Y lleva siglos así, pero de él no sale nada. Del Mar Muerto no sale ninguna corriente. Sólo produce muerte en sus aguas.

VI. CONSECUENCIAS DE NO TENER ESTAS VIRTUDES

Leamos nuevamente el V.9. el evangelio abre los ojos de la persona hacia la verdad al momento de la conversión. Pero la misma persona puede volver a la oscuridad si se descuida. Si la persona se descuida, puede sobrevenirle la miopía espiritual y hasta la ceguera. En vez de tener cada vez más clara la verdad de Dios, empieza a sufrir de miopía espiritual. Sólo tiene la capacidad para vivir el presente, sin considerar el futuro. El miope está ocupado con las cosas materiales y superfluas de manera que descuida las cosas espirituales. Pero Pedro nos dice: “…si estas cosas están en vosotros, no os dejarán estar ociosos, ni sin fruto…” Y “haciendo, practicando, estas cosas no caerán jamás…y os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.

VII. CONCLUSIÓN

Es sano que usted se haga las siguientes preguntas y reflexiones delante del Señor para poder llevar adelante su fe.

1. ¿Cómo puedo ser guardado de caída?
2. ¿Cómo puedo tener la seguridad de una vida cristiana próspera de crecimiento?
3. ¿Tengo algo de qué arrepentirme por falta de excelencia moral?
4. ¿He venido creciendo en conocimiento de Dios?
5. ¿Todavía me manejan mis impulsos, mis deseos, mis pensamientos?
6. ¿Soporto más que antes mis problemas?
7. ¿Encaro los problemas con mayor paciencia?
8. ¿Cómo miro las cosas de Dios?
9. ¿Las miro con pasión?
10. ¿Cómo pretendo que Dios me bendiga si las cosas de Dios ocupan el último lugar en mi vida?

¿Qué ingredientes le falta a mi dulce?

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