Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. – Salmo 40:1
Con tantas formas actuales de comunicación instantánea, nuestra impaciencia por recibir una respuesta de los demás es a veces ridícula. Alguien que conozco le mandó un correo electrónico a su esposa y cinco minutos después la llamó por teléfono porque no podía esperar que le contestara.
En ocasiones, nos parece que Dios nos ha abandonado porque no responde inmediatamente a una oración. A menudo, nuestra actitud se convierte en algo así: “Respóndeme pronto, oh Señor, porque desmaya mi espíritu…” (Salmo 143:7).
Sin embargo, esperar que el Señor obre puede transformarnos en personas de una fe creciente. David pasó muchos años esperando ser coronado rey y huyendo de la ira de Saúl. Escribió: “Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; si, espera al Señor” (Salmo 27:14). Y en otro salmo nos alienta con estas palabras: “Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. […] Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (40:1-2). Mientras esperaba en el Señor, David se convirtió en un “varón conforme [al] corazón [de Dios]” (Hechos 13:22; ver 1 Samuel 13:14).
Cuando nos frustramos con el aparente retraso de Dios para responder nuestra oración, es bueno recordar que Él desea desarrollar en nuestro carácter las cualidades de la fe y la perseverancia (Santiago 1:2-4). ¡Espera en el Señor! – HDF
Dios extiende su paciencia para agrandar nuestra alma.
Nuestro Pan Diario Israel, Edición anual 2015, Página 307.
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