EL RUEGO DE UN CIEGO

… ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

Lucas 18:38

Hace unos años, un compañero de viaje observó que me costaba ver objetos a la distancia. Lo que hizo fue sencillo pero revelador. Se sacó los anteojos y me dijo: “Prueba con esto”. Cuando me los puse, me sorprendió que se me aclarara la visión. Al tiempo, fui a un oculista que me recetó anteojos.

La lectura de hoy presenta a un hombre que no podía ver. Vivir en completa oscuridad lo había obligado a mendigar. Sin embargo, había escuchado sobre Jesús, el conocido maestro y hacedor de milagros. Así que, cuando el itinerario de viaje de Jesús lo llevó donde estaba sentado aquel ciego, este se llenó de esperanza. Le dijo: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. (v.28). Aunque no podía ver físicamente, tenía una perspectiva espiritual de la verdadera identidad de Jesús. Impulsado por su fe, “clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (v. 39). ¿Cuál fue el resultado? Su ceguera fue resuelta, y él bendijo a Dios porque podía ver (v. 43).

En momentos de oscuridad, ¿a quién o a qué recurres? Las recetas de anteojos ayudan a mejorar la visión, pero es el toque misericordioso de Jesús, el Hijo de Dios, lo que lleva a las personas de la oscuridad espiritual a la luz.  – ALJ

Padre, abre los ojos de mi corazón para ver claramente quién es Jesús.

El Padre se deleita en darles la vista a aquellos que se lo piden.

Nuestro Pan Diario, Edición anual 2020, Página 161.

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