…Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. – Juan 7:37
No hay satisfacción terrenal que sea duradera. Ni el matrimonio, ni la familia, ni el dinero, ni la fama, ni la instrucción, ni los viajes, ni los deportes ni los logros académicos… nada completa nuestro gozo. Cualquier satisfacción que obtengamos en nuestra búsqueda se desvanece rápidamente y se convierte en un vago recuerdo, si es que puede recordarse.
Sin duda, hay acontecimientos felices a lo largo del camino, ocasiones inesperadas cuando sentimos un verdadero deleite, pero esos momentos son efímeros y no podemos retroceder en el tiempo para volver a vivirlos y recobrar esa sensación.
Entonces, ¿por qué seguimos buscando algo que nos satisfaga? Dicho sencillamente, porque tenemos que hacerlo. Nos demos cuenta o no, nuestra alma tiene sed de Dios. Todo deseo, aspiración y anhelo de nuestra naturaleza es solo un deseo vivo del Señor. Nacimos para disfrutar de su amor y no podemos vivir sin Él. Dios es la felicidad que hemos estando buscando toda la vida. Todo lo que deseamos se encuentra en Él… e infinitamente más.
Así que, cuando te sientas inquieta/o y con sed de algo más en la vida, responde a la invitación de Jesús: “…venga a mí y beba” (Juan 7:37). Acude a Él, bebe libremente de su gracia y perdón, y experimenta el gozo verdadero. – DHR
La felicidad depende de los acontecimientos, pero el gozo, ¡de Cristo!
Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2016, Página 272.
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