Cómo Beneficiarnos de la Preocupación

Aunque la lucha contra la preocupación no es algo que se solucione con respuestas simplistas ni remedios de efecto inmediato, la Biblia nos brinda perspectivas de la verdad y la gracia que pueden ayudarnos a controlarla y a desarrollar la confianza en el Dios que nos ama y se ocupa de nosotros durante los periodos de necesidad y temores.

La Biblia reconoce lo que todos hemos experimentado. Hay dos clases de preocupación: (1) una negativa, dañina, desgarradora, y (2) una positiva y beneficiosa. La misma palabra griega (merimnao) se usa en el Nuevo Testamento para ambas.

En la Biblia, la preocupación negativa es una ansiedad que se centra en nuestros pensamientos sobre asuntos acerca de los cuales creemos que no podemos hacer nada o en cuestiones que nos distraen para que no descansemos en la capacidad del Señor para suplir nuestras necesidades. Jesús mencionó esta clase de preocupación seis veces en el Sermón del Monte (Mateo 6). Les enseñó a sus seguidores a creer que el Padre celestial quería que confiaran en Él día tras día, aun respecto a las preocupaciones más habituales de la vida (vv. 25-34).

Pero no toda preocupación es mala. La Biblia también habla de una preocupación saludable, y de intereses que producen actos significativos y que inducen a orar. Por ejemplo, en 2 Corintios 11:28, Pablo habló de su “preocupación por todas las iglesias”. La palabra que aquí se traduce preocupación es el mismo vocablo griego que él y otros escritores del Nuevo Testamento usaron para advertir contra la ansiedad que agota a las personas (Filipenses 4:6; 1 Pedro 5:7).

Pablo también les comunico a los creyentes de Filipos su deseo de enviar a Timoteo porque estaba interesado (la misma palabra) en el bienestar de ellos (Filipenses 2:19-20).

Podemos hacer que las preocupaciones obren para nuestro beneficio al hacer que nos lleven a centrar nuestra atención en Dios.

Que la preocupación nos lleve a concentrarnos en Dios

Cuando nos preocupamos, estamos concentrados en posibilidades que aún no han ocurrido o que no podemos controlar. Sin embargo, debemos considerarlo como una oportunidad personal. Cuando nuestros temores nos debilitan, nos vemos motivados a buscar la certeza de la presencia de Dios y de que Él sabe todo lo que nos sucede. También es una ocasión para aceptar su ofrecimiento de convertirse en nuestra fortaleza, esperanza y paz, independientemente de lo que suceda. Esta seguridad tiene lugar cuando centramos nuestra atención en el carácter de Dios, tal como lo revela su Palabra.

Recordemos que Dios tiene el control

El Antiguo y el Nuevo Testamento nos enseñan que no sucede nada en este mundo que escape al conocimiento y el control de Dios. Por eso, las Escrituras declaran: “El Señor ha establecido su trono en los cielos, y su reino domina sobre todo” (Salmo 103:19). Él es Dios Todopoderoso (Salmo 66:7); el soberano Señor de todo.

Cuando nos preocupamos, reconocemos que somos personalmente incapaces de enfrentar las demandas de la vida. En realidad, las circunstancias nos superan. En esos momentos, debemos recordar algunas verdades importantes acerca de Dios.

  1. Dios está en todas partes (Salmo 139:7-12; Jeremías 23:23-24). No podemos ir a ninguna parte donde el Señor no este. Independientemente de cuan solos nos sintamos, no hay ningún lugar donde Dios no pueda estar. ¡Él está en todas partes!
  2. Dios lo sabe todo (Job 7:20; Salmo 33:13-14). El Señor sabe que tenemos miedo, que nos sentimos mal y que nos asusta. Cuanto más nos preocupamos, más actuamos como si Dios ignorara nuestra situación. No conocemos el futuro, pero Él sí. El Señor sabe cómo van a salir las cosas. Conoce nuestras necesidades.
  3. Dios todo lo puede (Génesis 17:1; 18:14; Mateo 19:26). Los que se preocupan creen que nadie tiene poder para detener las cosas malas que podrían pasar.

Ni siquiera Dios – piensan ellos- puede impedir que su hija quede embarazada o que su hijo vaya a la cárcel. Pero Él tiene un poder ilimitado, y razones sabias y conscientes para lo que permite que nos suceda. La respuesta a la pregunta “¿hay algo demasiado difícil para el Señor?” (Génesis 18:14) es: ¡No!

En su libro The Good News About Worry [La buena noticia sobre la preocupación], William Backus escribió sobre su cuñado, un atleta que estuvo hospitalizado para recuperarse de una angioplastia. El tratamiento fue exitoso, pero estuvo en peligro durante las siguientes 24 horas. ¡Estaba preocupado! Mientras estaba acostado allí, declaró: “Soy atleta. Siempre le he dado órdenes a mi cuerpo para que haga lo que yo quiero y me ha respondido. Pero cuando me digo que debo dejar de estar ansioso y tenso, no puedo”. Mientras más se decía que debía controlar su ansiedad, más empeoraba.

Entonces, fue como si Dios le preguntara: “¿Quién tiene aquí el control?”. “Tú”, contestó él mansamente. Y cuando esa verdad y ese compromiso llegaron a su mente, la paz inundo su corazón.

Creamos que Dios puede llevar nuestras cargas

Las inquietudes de la vida que nos pesan tanto deben colocarse en los hombros de Dios. Él está más interesado que nosotros en nuestra salud, nuestro trabajo, nuestros amigos, nuestra familia y nuestro país.

El Dios de la Biblia ayudó a David a matar un oso, un león y al gigante filisteo, lo protegió de la furia asesina de Saúl y lo cuido en territorio enemigo. Quizá por esta razón, David pudo escribir: “Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentara; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido” (Salmo 55:22).

Pero, ¿cómo le pasamos nuestras cargas a Dios? ¿Cómo las colocamos sobre sus hombros y las dejamos ahí? La respuesta no está en lo que hacemos, sino en lo que creemos en determinado momento. ¿Estás confiando en tus sentimientos o crees, según lo que vemos en la creación que nos rodea y en la sabiduría de la Biblia, que Aquel que ama nuestra alma es un Dios todopoderoso y confiable? ¿Creemos sinceramente que la preocupación es la mejor manera de honrarlo? ¿O permitirle que tome nuestras ansiedades a medida que van surgiendo es confiar en Él como deberíamos?

Pero, ¿qué sucede si nuestros temores están arraigados en experiencias pasadas o estados de salud que superan nuestra capacidad de compresión o parecen incontrolables? La respuesta no tiene por qué contraponerse a la fe. Si en el proceso de tratar de lidiar con nuestros temores sentimos la necesidad de que un médico o un consejero sabio nos ayuden, quizá este sea el método de Dios para auxiliarnos. El Dios de la Biblia es el Señor de toda la creación y puede utilizar a un consejero capacitado o un médico como parte de su provisión mientras nos ayuda a confiar en Él en medio de nuestras preocupaciones.

Un amigo contó que iba caminando por una playa salpicada de rocas. Delante de él, un niño trataba de cargar una bolsa con piedras que había recogido. No podía ir a la par de su familia. Se cayó una o dos veces. No tenía la fuerza suficiente para arrastrar esa pesada carga. Entonces, lo vio su hermano mayor. Se volvió, tomo a su hermanito y la bolsa con piedras, y los cargó a ambos.

Esto es lo que Dios está esperando hacer cuando extendemos nuestros brazos hacia Él. “Encomienda al Señor tu camino, confía en Él…”, dijo el salmista (Salmo 37:5).

yugo

Admitamos que Dios es mayor que nuestros temores

La preocupación es nuestra manera de expresar el temor al futuro. Tenemos miedo de las consecuencias que yacen por delante: ¿Qué me dirá el medico? ¿Nuestra ciudad podrá sobrevivir a problemas económicos, a un terremoto o a un huracán?

Cuando pensamos en esto, nos damos cuenta de que la preocupación comenzó hace mucho tiempo: en el Edén. Aunque comprensible, pero también perjudicial, Adán y Eva se escondieron de Dios entre los árboles y se cubrieron con hojas. Con razón, temieron a las consecuencias de su decisión de comer del fruto prohibido (Génesis 3:10). ¿Qué haría Dios?

Más tarde, cuando Él pregunto porque estaban escondidos, Adán dijo: “Tuve miedo”.

En retrospectiva, nosotros podemos saber lo que nuestros primeros padres desconocían. Aun después de haber experimentado una pérdida tan tremenda, admitir su error y entregarse a la misericordia de su Dios bondadoso y compasivo habría sido una respuesta más apropiada que preocuparse y tratar de esconderse de su presencia.

Saber que Dios es bueno y nada malo puede salir de Él ayuda a alejar el miedo, aunque hayamos pecado.

David conocía la bondad y el amor de Dios por experiencia. Por eso, pudo decirnos que, aun cuando estaba en los valles más oscuros de la vida, no temía el mal (Salmo 23:4). En el Salmo 31, escribió sobre terribles experiencias de la vida, como ser abandonado por sus amigos (vv.11-12) y atacado por sus enemigos (vv.13,15). No obstante, podía declarar: “Pero yo, oh Señor, en ti confío […]. En tu mano están mis años…” (Salmo 31:14-15).

Nosotros también podemos utilizar la preocupación como una oportunidad para encontrar en el Señor la razón de decir: “Por tanto, no temeremos” (Salmo 46:2).

Confiemos en que Dios puede sostenernos

En un contexto de guerra, hambre y hombres perversos, David afirmaba que los que confían en Dios “se saciaran” (Salmo 37:19). El significado básico aquí es que no temblaran ni serán sacudidos. En medio de las preocupaciones legítimas de la vida, no tenemos que estremecernos de miedo. ¿Por qué? Porque Dios puede sostenernos con su poder.

Cuando nos sentimos vulnerables, las inquietudes nos distraen. Somos como un padre cuyo hijo de tres años está en el hospital tratando de superar una peligrosa infección. Se va a trabajar mientras la madre se queda junto a la cama del niño, pero incluso mientras trabajo, parte de su pensamiento esta siempre en ese cuarto de hospital con su pequeño hijo. Toda madre que ha visto a su hijo ir a la guerra sabe que se siente. Así se siente también un padre cuando su hija tiene un novio por primera vez o cuando su hijo adolescente llega tarde por la noche con el automóvil.

Dios puede sostenernos durante esos momentos de preocupación, pero no lo hace prometiéndonos que no sucederá nada malo, sino recordándonos que fuimos hechos para confiar en Él por sobre todas las cosas. En un mundo destruido, la única garantía es confiar en Dios en su deseo que conozcamos las profundidades de su amor y gracia en todas las circunstancias que coloca o permite en nuestra vida.

Como vimos anterior mente, por esta razón, David escribió: “Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará…” (Salmo 55:22). El Dios que no puede ser conmovido quiere que sepamos que, en medio de nuestras alegrías, preocupaciones y tristezas, está con nosotros y puede ser la fortaleza que necesitamos para cumplir el propósito de conocerlo y confiar en Él durante toda la vida.

Contemos con que Dios nunca nos dejara ni nos abandonara

La preocupación suele ser una carga solitaria. Tendemos a llevarla solos. Cuanto más nos preocupamos, más solos e incapaces nos sentimos. Pero si somos hijos de Dios, nunca estamos fuera del alcance del ojo vigilante de nuestro Padre.

David también nos aseguró sobre la presencia de Dios en el Salmo 139, cuando dijo que el Señor sabía todo acerca de él antes de que naciera (vv. 13-16), y que nunca podría huir de su Espíritu (vv.7-12). De mañana o de noche, en la tierra o en el mar, en el cielo o en el infierno, Dios está presente.

Si, David sabía del eterno cuidado de Dios. Escribió: “Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá” (Salmo 27:10). ¿Quién de nosotros, cuando éramos niños, no temió que nuestros padres nos abandonaran? A veces esos terribles sentimientos regresan. Nuestros temores nos rodean por todas partes. Nos sentimos indefensos y atemorizados. Entonces, en ese preciso instante, debemos recordar la promesa de Dios de que nunca dejará ni abandonará a sus hijos.

Isaías era consciente del eterno cuidado de Dios. El Señor dijo por medio de él: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios…” (Isaías 41:10).

Moisés lo tenía presente. “Por la fe salió de Egipto sin temer la ira del rey, porque se mantuvo firme como viendo al invisible” (Hebreos 11:27).

Josué también lo sabía. Dios le dijo: “…como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejare ni te abandonaré” (Josué 1:5).

Los discípulos lo sabían. Jesús les dijo, justo antes de ascender: “… he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Nosotros también lo sabemos. Cuando Jesús les hizo esa promesa a sus discípulos, también estaba hablándonos a nosotros.

La próxima vez que la preocupación empiece a vencerte, recurre a Dios y recuerda que Él (1) tiene el control, (2) puede llevar tus cargas, (3) es mayor que tus temores, (4) puedes sostenerte, y (5) nunca te dejará.

 Extraído y adaptado de ¿Qué hare con mi preocupación? (SS711), de David Egner, 2012, Ministerios RBC.

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