Ampliar la Imagen

Así como el águila revolotea […] y anima a sus polluelos a volar, […] el Señor [lo] guio [a Jacob]… – Deuteronomio 32:11-12

Durante tres meses, tuve un asiento en primera fila, o debería decir una vista de pájaro, de la obra asombrosa de Dios. En el jardín botánico Norfolk, a 27 metros del suelo, instalaron una videocámara que enfocaba el nido de una familia de águilas calvas, que permita que los espectadores miraran por internet.

Cuando se rompieron los cascarones, la mama y el papa águilas atendían con cuidado a sus crías, y se turnaban para ir a buscar comida y proteger el nido. Pero un día, cuando los aguiluchos todavía parecían pompones peludos con picos, ambos padres desaparecieron. Me preocupo pensar que algo podía dañar a los pequeños.

Sin embargo, mi preocupación era infundada, y que el operador de la cámara amplio el cuadro, y allí estaba la mama águila posada en una rama cercana.

Mientras reflexionaba en esta “ampliación” del cuadro, pensé en ocasiones cuando temí que Dios me hubiera abandonado. La perspectiva de aquellas aves en las alturas de un bosque me recordó que mi visión es limitada. Solamente veo una pequeña parte de la escena completa.

Moisés utilizó la imagen del águila para describir a Dios. Como las águilas llevan a sus crías, el Señor lleva en brazos a su pueblo (Deuteronomio 32:11-12). Aunque parezca lo contrario, el Señor “Ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Esto es cierto aun cuando nos sintamos abandonados.  – JAL

Ya que el Señor nos cuida, no debemos temer ningún peligro.

Nuestro Pan Diario, Edición anual 2016, 5 de Junio.

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