…toda la tierra está llena de [la] Gloria [del Señor]. – Isaías 1:3
Algo que anteriormente solía molestarme era que, cuanto más me acercaba a Dios, más pecador me sentía. Al tiempo, un fenómeno que observé en mi habitación me hizo recapacitar: una pequeña abertura en la cortina de la ventana dejaba pasar un rayo de luz. Al mirar, vi partículas de polvo que volaban en el reflejo. Sin ese rayo, el cuarto parecía limpio, pero la luz revelaba las partículas de suciedad.
Ese hecho arrojó luz sobre mi vida espiritual. Cuanto más me acerco al Señor de la luz, con más claridad me veo. Esta expone el pecado; pero no lo hace para desanimarnos, sino para que confiemos humildemente en Dios. Cuando somos orgullosos, la luz revela nuestro corazón, y clamamos como Isaías: “¡Ay de mí! {…]; porque siendo hombre inmundo de labios, […] han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos” (Isaías 6:5).
Dios es absolutamente perfecto en todo. Para acercarse a Él, es necesario tener humildad y confianza como la de un niño, y dejar de lado la jactancia y el orgullo. Es por su gracia que nos atrae hacia su Persona. Es bueno sentirnos indignos cuando nos acercamos a Dios, porque esto nos enseña a ser humildes y nos hace depender solamente de Él. – LD
¿Qué ves en tu interior ante la luz de la Palabra de Dios? Pídele al Señor que te muestre que cambios debes experimentar.
No hay lugar para el orgullo cuando caminamos con Dios.
Nuestro Pan Diario, Edición anual 2017, Página 58.
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