¡AAHH!

¿Quién como tú, oh Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, […] hacedor de prodigios? – Éxodo 15:11

Un borrascoso día de junio, estábamos con mi familia de vacaciones en las Montañas Rocosas de Canadá y fuimos a un sitio turístico que había sido anunciado como un “lugar obligado de visita”. No tenía muchas ganas de ir debido al frío viento, hasta que vi un grupo de personas que regresaban del punto panorámico. “¿Vale la pena?”, pregunté. “¡Totalmente!”, fue su respuesta. Esto nos incentivó a continuar. Cuando finalmente llegamos, la belleza del lugar nos dejó virtualmente sin habla. “¡Aahh!”, fue todo lo que pudimos decir.

Pablo llegó a este punto cuando escribió en el libro de Romanos sobre la obra de Dios para salvar a judíos y griegos. Tres cosas respecto a Dios lo llevaron a exclamar “¡Aahh!”.

Primero: Dios es absolutamente sabio (11:33). Su plan perfecto de salvación muestra que tiene soluciones muchísimo mejores para los problemas de la vida de las que nosotros seamos capaces de idear.

Segundo: Dios es omnisciente. Su conocimiento es infinito. No necesita de consejero alguno (v.34) y ¡nada lo sorprende!

Tercero: Dios es todopoderoso (v.35). Es imposible darle a Dios algo que Él no nos haya dado primero. Tampoco puede corresponderse a su bondad.

Podemos decir junto con Moisés: “¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?” (Exodo 15:11). ¡Qué maravilloso es el Dios a quien servimos! – C. P. Hia

Vemos la majestad de Dios en su carácter y su creación.

Calendario de Nuestro Pan Diario Mujeres, Edición anual 2015, 30 de Mayo.

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